El gimnasio, mi compañero de vida

Perth, 12 de noviembre del 2024

Allá por 1983, cuando yo tenía 15 años, mi compañera eterna de banco, Andrea, que era socia del Club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires desde siempre, me contagió las ganas de formar parte de algo así.

Yo vivía en La Salada y para ir a la escuela, que quedaba en Juncal entre Talcahuano y Libertad, me tomaba el 32 en la Ribera (Virgilio y la costa del Riachuelo) y después de un recorrido de unos 45 minutos me bajaba en Once, o Plaza Miserere. Ahí me tomaba el 101 hasta la Avenida Santa Fe y Talcahuano y caminaba unas pocas cuadras hasta el Bermejo.

GEBA me quedaba muy lejos en todo sentido no sólo hablando de distancias. Mi familia no sabía de vida de club, de pagar por hacer “Aeróbica” o de ir a una pileta a nadar (para chapotear teníamos las de La Salada), pero algo me decidió a sumarme.

A esa edad le agregué una carga más a mi vieja. Ella había comenzado a trabajar alrededor de 1981 y ese sueldo de “cacerolera” en el Sanatorio Agote nos dio un respiro en muchos sentidos. Recuerdo la alegría que sentimos cuando compró el primer televisor blanco y negro que tuvimos NUEVO. Hasta ese entonces teníamos televisores que mi viejo rescataba no se de dónde, que siempre tenían algún problema. Incluso uno de esos explotó mientras dormíamos, cuando yo tenía 11 años. Por suerte sólo quedó todo lleno de un hollín negro, pero nada serio.

Volviendo al club no sé cuál fue la razón que me llevó a elegir ir al gimnasio y no a algún otro tipo de actividad, otro deporte.

Pero ahí estuve, con mis 16 años empezando a caminar entre pesas, barras, discos, aparatos.

El gimnasio es un lugar en el que cada uno, llegado el momento, se concentra en lo que está haciendo y se olvida del resto. Puede haber momentos de charla, de intercambio, pero cuando te toca hacer tu repetición, ahí uno se vuelve para adentro. Quizás haya sido algo de eso, mi timidez estaba a tope en esa época.

El club era un lugar que me hacia bien. Al principio seguía las instrucciones que me daban los profesores que estaban a nuestra disposición, amables, profesionales.

No recuerdo el nombre de ese primer profesor, pero seguro que cuando alguien lea esta historia me lo va a decir. Era un tipo alto, pintón, seductor nato. Le encantaba asesorar a la rama femenina y no perdía ocasión para ayudar con algún ejercicio, postura, etc, que le permitiera tocar algo. Yo tendría esos 16 y él andaría por los 40 y pico, otro viejo para mí. (increíble como cambia la idea de vejez a medida que uno va cumpliendo años).

Tuve un muy lindo grupo de amigos en GEBA. Ahí conocí a Gerardin, a José, a Wakeup, a Richard, a Tito Caballo Loco, a Pompis, a Silverman y a otros tantos. Allí me redescubrí a Alejandro, que de ser un palito por donde lo mires, había empezado a ganar músculo y presencia.

Silverman era un tipo que a mí me parecía viejo, pero debería tener unos 40 años, siempre bronceado, coqueto, siempre con ánimo de conquista. Recuerdo que una vez compartí uno de los tantos aparatos con él, lo dejó todo transpirado, y me miró pícaro y me dijo: “es sólo perfume y champagne”. Era muy sofisticado eso para mí en mis 20, yo sólo veía el charco de transpiración.

No sé cuándo hice la transición hacia las pesas en serio pero seguro fue cuando me incorporé a la dupla Gerardin-José.

Gerardin era super constante entrenaba todos los días a la salida del trabajo. Pesas, barras, un tiempo con la pera, él seguía una rutina inquebrantable y se notaba el esfuerzo.

José era un poco más grande que nosotros en edad y había sido y seguía compitiendo en levantamiento de pesas. Era una persona muy experimentada en ese mundo y además le gustaba ayudar a otros y acompañar en el entrenamiento.

Entre este trio yo pasé muchas horas dentro de ese gimnasio. Llegué a ir de lunes a sábado

Con Gerardin también íbamos a algunas clases de aeróbica. Era divertido hacer dos actividades tan opuestas.

Entrenado como lo hacía la fuerza cada vez me permitía aumentar los kilos que podía cargar. Sobre todo José era el que más me alentaba a pasar los límites. Para mi eran triunfos, hacer sentadillas con 110 kilos fue mi máximo.

Una vez me propuso hacer un ejercicio nuevo que se llamaba “Buen día”. Me cargué la barra al hombro con no sé cuántos kilos y lo hice. Era como hacer una reverencia, pero con la barra al hombro e inclinando el torso. De ahí me fui a hacer pantorrillas.

Hice una serie y me senté en el piso a descansar. Cuando me quise parar directamente no pude. Un dolor agudo en la espalda no me dejaba moverme.

Me acosté en el piso boca abajo y me quedé ahí sin saber muy bien que hacer. Gerardin se dio cuenta y vino a asistirme.

Me pudo llevar hasta el departamento que alquilaba en Junín y Perón. Me llevó en su moto¡!! ¡¡Debo haber estado más que loca!!

Después de muchos estudios el diagnóstico fue: hernia de disco entre las 4ª y la 5ª lumbar. Una hernia no tan grave como para llevarme al quirófano y que según el doctor iba a acompañarme toda la vida. A veces me olvidaría del problema y otras lo recordaría con dolor.

En fin, a mis 25 años, por primera vez, el gimnasio se había convertido en un lugar que podía lastimarme.

Así y todo, seguí y sigo volviendo.

Hasta he compartido la aventura con mis hijos, Ivan y Dante. Selene en cualquier momento se sumará.

Ir al gimnasio ha sido desde mis 16 la actividad más constante que he hecho en mi vida.

He ido al gimnasio en casi todos los lugares donde me ha tocado vivir.

Tuve que aprenderme los nombres de los ejercicios en francés y en inglés cosa que todavía me cuesta.

Fui al gimnasio en Rueil Malmaison Francia, después en Nigeria, fui en Australia, volví a ir en Maisons Laffitte Francia y ahora estoy yendo de nuevo en Perth.

A mis 56, 40 años después, descubro que se puso de moda esto de que lo mejor para envejecer bien es tener una masa muscular fuerte, activa, sana, y es eso lo que sigo tratando de hacer, en un lugar que me resulta amigable, entrañable, en el que me siento un poco voler a ese gimnasio de GEBA.

¿Por qué decidí ir al gimnasio y no solamente a tomar clases de Step o Aeróbica? No tengo idea, pero estoy contenta con la elección.