Las travesuras de la infancia

 




Mi primer día de Jardín de Infantes con mis Abuelos Filomena y Antonio frente a la puerta del garaje


                                                                                  Perth 3 de junio del 2024

Recordar la infancia suele ser algo lindo, aunque muchas de esas aventuras vividas sean como una imagen vaga, como si estuvieran detrás de una cortina un poco transparente pero que no nos deja ver con nitidez.
Tal es así que, habiendo compartido alguna travesura, se necesitan de unos cuantos para reconstituir la historia. De más está decir que cada uno recuerda aquello a lo que más atención le dio, aquello que más lo impactó.
Justamente en estos días se me vino a la cabeza una de esas. 😀
Estaba pensando en mi papá y eso me llevó a una historia que viví cuando tenía quizás unos 10 u 11 años.
Él nos contaba que cuando era chico era muy travieso y que por eso mismo recibía palizas casi a diario.😬
Nos llegó a decir que su papá le pegaba “por las dudas”, aunque no hubiera hecho nada, porque estaba seguro de que simplemente no se había enterado de la macana del día.
Era el terremoto que meaba las macetas de sus abuelos y por eso lo corrían a escobazos.🧹🧹
Cuando llegó a cierta edad adulta, después de haber vivido una infancia a los garrotazos, se dijo a sí mismo que nunca les pegaría a sus hijos.💪🏻💪🏻
Cumplió su promesa, con alguna que otra excepción a la regla.😅
Era diciembre, 1978/9, la casa de mi Abuela Filomena era una explosión de flores y frutas para ese momento del año.🌸🌼🌺🌹🥀🌻
Como buena tana, había plantado todo lo que pudo en esos terrenos de La Salada.
La familia entera podía darse panzadas de nísperos, ciruelas rojas y amarillas, naranjas, mandarinas, limones, manzanas, duraznos, uvas chinche, cerezas, granadas, moras, higos, se imaginan? Hasta hubo un árbol de peras, pero no dio mucho resultado.🍎🍐🍊🍋🍑
Obviamente tenía su huerto el cual era una de sus tareas favoritas, donde encontrábamos zapallos de varios tipos, tomates, ajíes, berenjenas, perejil, orégano, achicoria (mi favorita) etc, etc. También tenía un árbol de laurel al que había que ir a buscar pocas hojas cada vez que hacía fideos con estofado.
Como nietos que vivíamos enfrente, Ale y yo teníamos la sensación de que nuestra casa estaba formada por la casita donde vivíamos y la casa de la Abuela. No había llaves, ni cerrojos, ni protocolos, ni nada. Simplemente íbamos de un lado a otro libremente.
Como estábamos a mano también nos tocaba ayudar de tanto en tanto por ejemplo cosechando miel o también ciruelas.
En la cosecha de ciruelas éramos los que nos subíamos a los árboles y terminábamos picados por las gatas peludas que en ese momento justamente venían también a disfrutar de la vida.😬😬
Mi Abuela era super generosa. Todo lo que hacía era para compartir.
La fruta era para todos, las mermeladas, que eran un manjar de los dioses, las disfrutábamos todos. 🌟🌟🌟
Llevábamos cajas con frascos de mermelada de ciruelas, de higo, de higo con nueces, etc a Valeria del Mar cuando nos íbamos todos juntos de vacaciones, la familia unita, y eso lo comíamos en cada desayuno con pan con manteca que comprabamos cada día.
También hacía conservas, como las de berenjenas, que eran el condimento perfecto para un sanguchito con salamín, de esos que ella compraba y guardaba en la despensa colgaditos de un clavo en la puerta. Recuerdo empujar un poquito esa puerta de la despensa y sentir el golpeteo de los salamines, se me hacía agua la boca.
Volviendo a ese diciembre mis abuelos se fueron a algún lado que no recuerdo, pero no era un viaje largo.
Lo que si recuerdo bien es que el árbol de ciruelas amarillas estaba rebosante de frutas, casi maduras, que invitaban a la degustación pero que, según mi Abuela, la fruta iba a estar lista para cuando ella volviera, por lo que la instrucción fue: “no toquen las ciruelas amarillas hasta que yo vuelva”.🚫🚫🚫🚫
Qué difícil!!, la tentación era terrible!!.😅😅
No me las comí pero, como buena hija de comerciante, se me ocurrió el negocio perfecto.🥳🥳
A Ale (que tendria 6 años) y a mis amigos, entre los que estaban Patri, José y Jorge, les propuse poner una verdulería en el garaje de la casa de mis abuelos.👏🏻👏🏻👏🏻💪🏻💪🏻
¡La idea era genial!! venderíamos toda la fruta que pudiéramos cosechar y así ganaríamos un montón de plata!!✅✅✅✅✅
Necesitábamos algunas cosas para el negocio pero en la casa de la Abuela había todo lo necesario.
Necesitábamos bolsas y ella tenia un montón.✅
Ella era sin duda una adelantada para su época.
Reciclaba muchas cosas como por ejemplo los envases donde en aquella época venia la leche. Eran unos sachets de un plástico muy resistente, con los que llegó a fabricar un toldo para la piecita que teníamos en Valeria del Mar en un terreno a dos cuadras de la playa que la Tía Lina (Pascualina) les regaló a los tres sobrinos, mi Tía Cucuruza, Tío Cuqui y mi viejo. (La Tía Lina no pudo tener hijos, al igual que su hermana, la Tía Irene. De las tres mujeres de la familia Corrado sólo mi Abuela Filomena es la que tuvo descendencia).
¡¡A reciclar le iban a enseñar a la gente de antes!!
Era todo puro sentido común, el menos común de los sentidos.😏
Mis abuelos tenían una balanza de esas que son un gancho donde colgar el peso.⚖️
A mí, como a cualquier niño/a, me encantaba revisar cada cajón en la casa de mis abuelos y descubrir todas esas maravillas escondidas, y pensar para qué me podrían ser útiles. Jugar a la vendedora era un clásico y esa balanza estaba por cumplir su objetivo.
Aclaro, por las dudas, que esa era la época en que todo el barrio era tu casa, todas las familias eran tu familia y ausentarse de la vista de los padres por horas no preocupaba a nadie.
Volviendo a mi primera verdulería, pusimos manos a la obra.💪🏻
Primero a cosechar todo lo que encontramos. Después ofrecerlo en el garaje a los vecinos.✅
Juntamos uvas chinches, nísperos, limones y por supuesto las ciruelas amarillas, TODAS.🫣🫣🫣
Las bolsitas de leche fueron el envase perfecto y la balanza les aseguraba a nuestros compradores que el peso era el correcto.
Fue un momento de alegría total, yo me sentía como propietaria de un negocio y encima era todo un éxito.🥳🥳🥳🤩🤩
Nuestros vecinos se llevaron todo y la plata que juntamos la guardó Jorge, ya que era el más grande del grupo.💰💰💰
Esa noche, después de que se me fuera la euforia del éxito, empecé a darme cuenta de que quizás no había sido una muy buena idea abrir mi propia verdulería. Algo me decía que se avecinaba una tormenta.
Mi papá era un hombre nocturno, nunca se hizo en casa ese ritual de la cena en familia.
Siempre éramos mamá y nosotros, y a las tantas aparecía mi viejo, que después de cerrar el negocio de venta de materiales para la construcción, “El Corralón”, iba parando de casa en casa, una charla por aquí, un mate por allá, y después llegaba.
Como para protegerme “de algo” me fui a la cama más temprano de lo habitual. 🥱😴🥱😴
Estaba en la casa de la Abuela, en la habitación que había sido la del Tío Cuqui.
Ale dormía en la cabecera y yo me había acostado del lado de los pies.
Había dejado mis zapatillas Pampero blancas al costado de la cama. Las Pampero eran clásicas en esa época.
Escuché llegar a mi papá un poco alborotado, hablaba con mi mamá y como que discutían entre ellos.
Mi papá me hizo salir de la cama en un santiamén a pesar de que yo intenté hacerme la dormida.🫨🫨
Caminamos juntos hasta el jardín donde estaba el árbol de ciruelas amarillas.
El llevaba una linterna y cuando iluminó el árbol; y lo recorrió de arriba abajo; de un costado a otro; no pudo encontrar ni una ciruela.🔦🔦🔦🔦
Me trajo a los empujones, yo no podía decir nada y ahí; la zapatilla Pampero se transformó en mi instrumento de castigo.
No recuerdo cuantos zapatillazos me ligué, pero después de eso nunca más quise usar esa marca de zapatillas.👟👟
Resultó que uno de mis clientes/vecinos le contó a mi papá sobre mi negocio improvisado.
Traidores!! 🤬🤬🤬🤬🤬😤😤😤😤😤🤬🤬🤬😤😤😤
Al día siguiente mi papá me hizo devolverles la plata a los vecinos y yo protestaba porque además de que se habían comido la fruta; encima para ellos había sido gratis.
Y así fue la historia del año en el que mi abuela Filomena no pudo disfrutar de ni una sola de sus famosas ciruelas amarillas y a su vez una de las pocas veces en las que mi papá tuvo que incumplir con la promesa que se había hecho a si mismo de no pegarle a sus hijos.
Yo me lo merecía, sin ninguna duda.😉🥹😅




Mi Abuela Filomena a sus 95

  






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