Tengo una amiga del alma que se llama Celia.

 

Perth 28 de mayo del 2024

Tengo una amiga del alma que se llama Celia.

Nos conocimos hace muchos años atrás, las dos buscábamos sentirnos bien en nuestras propias vidas, necesitábamos vernos tal cual éramos, reconocer las herramientas que teníamos para utilizarlas en nuestro camino, aprender nuevas, sentirnos queridas, completas, valiosas.

Yo tenia unos 26 o 27 años, Celia andaba por sus 50.

Estábamos en etapas diferentes de la vida, pero en etapas parecidas en cuanto a lo que buscábamos a nivel personal, a ese reencuentro que necesitábamos con nosotras mismas.

Ella, madre de tres varones, divorciada, afrontando la vida como madre sola, después de haber apostado en algún momento a esa idea tan fuerte de familia, hasta que la muerte nos separe.

Yo, un poco menos perdida que hacía un par de años atrás, lanzada a una relación que luego se terminaría a las puertas de dar el “sí, quiero” y con la triste realidad de estar presenciando como se apagaba la vida de mi mamá como consecuencia de un cáncer que no falla a la hora de condenarte a muerte, como lo es el de páncreas.

En aquella época, de ser de lo más tímida y reservada, pasé a hacerme de un grupo soporte que fue muy valioso, al cual me pude mostrar tal cual era. Ese grupo soporte lo sigue siendo hasta ahora a pesar de que algunos de los integrantes ya no están.

José María fue un ser maravilloso, amoroso, que tuve la suerte de conocer y querer. Su vida anterior estuvo, parece ser, plagada de tropezones, pero yo no compartí con él esa parte del camino. Me tocó disfrutar de su mejor versión.

Todos tenemos mejores y peores versiones de nosotros mismos.

Celia, desde aquel momento, fue alguien de quien no me pude separar más.

La necesitaba a ella en mi vida, más allá de nuestros talleres de autoconocimiento.

Siempre busque la manera de tenerla cerca, presente, a pesar de las distancias y los silencios.

Y nuestra amistad se mantuvo siempre viva, en flor.

Los momentos compartidos con ella son infinitos.

Charlas, risas, carcajadas, pastafrolas, empanadas árabes, brindis, abrazos, confesiones, llantos, todo, todo lo que forma parte de la vida.

Ha venido a Francia a visitarnos, ha visto crecer a mis hijos, a los cuales adoptó como parte de su familia.

Dante, tengo que reconocerlo, es su preferido desde aquel encuentro en el 2005, cuando le dijo que la iba a esperar siempre.

Para Dante ella es la presidenta de su club de fans, la fundadora.

Celia para mi es como una madre amiga.

Creo que es una de las pocas personas a la que le he dicho que la quiero, la adoro.

El 14/05 tuvo una operación en un ojo, de la cual salió muy esperanzada, contenta.

Pero al mismo tiempo se sentía débil, había bajado mucho de peso, y estaba sola, a nivel familia.

No es lo mismo que alguien te de una mano, una vecina, una amiga, que lo que uno espera de la propia familia y ella se sentía sola en ese aspecto. Hubiera querido poder pedirles ayuda a sus hijos, pero al mismo tiempo se imponía el no hacerlo porque pesaba la situación de cada uno de ellos y se decía que no podía jorobarlos porque cada uno estaba atravesando sus propias cosas.

¡Cómo somos las madres que de tanto dar nos olvidamos de saber pedir! Y así le negamos la oportunidad a nuestros hijos de decidir por ellos mismos si quieren/pueden hacer algo o no.

Todos vamos a llegar a viejos, todos vamos a necesitar ayuda en algún momento, y esta muy bien que las generaciones puedan ser partícipes de todas las etapas de la vida familiar.

Por lo menos así lo veo yo.

Pude hablar con ella después de la operación y me dijo que se sentía un poco asustada porque la debilidad era muy manifiesta, no podía hacer las cosas más simples.

Después hubo un silencio, no me contestaba las llamadas ni los mensajes. Seguí insistiendo de todas las maneras que se me ocurrieron y por fin pude ponerme de nuevo en contacto, pero ya no con ella sino con uno de sus hijos.

Tuvo un ACV y la encontraron tirada en el piso.

La internaron y ahí está, tratando de entender qué le pasó.

Le pude mandar un msg para que se lo hiciera escuchar.

Me dijo su hijo que se emocionó mucho.

Yo no sé qué va a pasar, pero tengo una tristeza que me invade por no poder estar más cerca.

Espero que Celia pueda sortear este obstáculo, porque desde un punto de vista totalmente egoísta, todavía no estoy preparada para despedirme de ella.