Carta a mi Tía Cucuruza, que nunca le entregué

 


La Tía Cucuruza, hermana de mi papá, además fue mi madrina de bautismo, junto con mi Tío Luis Recalde.



Perth 2017

Carta para la Tía Cucuruza que nunca le entregué

Tía, hola.

 Pienso en cuanto tiempo hace que nos dijimos hola la ultima vez y ya perdí la cuenta.

 ¿Habrán pasado 25 años? Si mal no recuerdo creo que la ultima vez fue en casa de Tía Irene cuando festejabas un aniversario de casada junto al Tío Evan. ¿Mucho tiempo verdad?

 Te escribo porque siempre te recuerdo y porque siempre, en algún momento, me surgen esas ganas de acercarme, de saber de vos y de contarte como me ha ido en este "construir mi propia vida".

 Te recuerdo y cuando pienso en aquellas cosas que recibí de vos, cuando era chica, la verdad es que lo único que me viene a la mente es el agradecimiento.

 Hay entregas tuyas que recién entendí hace bastante poco, o para ser precisa cuando tuve la suerte de convertirme en madre y en Tía. Valoré mucho mas tu dedicación, tu ocuparte de mi, el haberme dado un lugar en esa familia que tanto disfruté.

 Tal es así que realmente te extrañe cuando, al fallecer el Tío Antonio, vos y los primos se trasladaron a la casa de Tía Irene durante las vacaciones. Ya no fue lo mismo para mi.

 Valeria del Mar y ese mes que pasábamos juntas son un tesoro en mi memoria.

 Recuerdo con mucho cariño el ambiente familiar que se generaba, el sentirme parte de ese grupo alegre, sano, feliz, el que salía todas las mañanas a caminar por la playa para regresar con el pan, la manteca y la leche para el desayuno. Tengo la idea de que salíamos a caminar porque vos necesitabas recargarte de iodo, pero seguro que era mucho mas que eso, era un ritual familiar que nos conectaba como familia y nos hacia empezar el día conectados con la naturaleza.

 También recuerdo las reuniones de la noche, el ponernos a cantar con el acompañamiento de algún instrumento.

 ¿Te acordás esa vez que me retaste porque desaparecí con papá justo en el momento que me tocaba lavar las cosas del desayuno? ¿No era fácil hacerme cumplir con el reparto de tareas no?

 ¿Y de esa noche en la que mi risa contagió a todos? ¿Cuándo con Sergio intentábamos sacarle los pantalones al Ale Rubio para acostarlo en la carpa con los Abuelos y Ale se los volvía a subir, dormido?

 ¿O cuando perdimos a Fernando? que era tan despistado que no se dio cuenta de que ya nos habíamos vuelto del centro e hizo el camino solo.

 Con asombro, hoy que soy madre, recuerdo la tranquilidad con la que nos íbamos, siendo tan chiquitos, atrás de la rompiente a hacer la plancha con el Tío Evan. ¡¡Que coraje!!

 El toldo de sachets de leche hecho por la Abuela, como también su recorrida matutina llevando los mates dulces.

 Esos festejos de cumpleaños, primero el de Sergio y después el mío. Siempre recibía algún regalo, recuerdo esa malla color ladrillo.

 Te recuerdo como una mujer fuerte, independiente, que se venia desde San Juan manejando, con un trabajo que te hacia sentir útil, orgullosa.

 Siempre me río con esa anécdota, una de las ultimas veces que fuimos desde el pozo a lo del Tío Antonio, para alguna reunión familiar, y el Tío Evan no quería que Sergio usara el coche. Vos te subiste a la parte de atrás de la camioneta, con nosotros, y le gritaste al Tío “metete el auto en el culo”, ¿vos te acordas?

 Desde que me transformé en expatriada, en el 2002, yéndome a vivir a Francia, no me había dado cuenta sino hasta hace bastante poco en que vos también viviste esta experiencia cuando te fuiste a San Juan, a formar tu familia allá. Nunca supe lo que para vos significó, si te costó, si fue fácil, cómo te resultaba ver a tu familia de origen una vez por año, tener a tus hijos lejos, insertarte en un nuevo ambiente, arreglártelas sola.

 Cuando miro para atrás recuerdo tu propuesta para irme a vivir con vos a Mar del Plata, para que fuera a la universidad y ese gesto significó mucho para mi, tanto como la respuesta de mi papá. Tu propuesta me hizo sentir capaz, con esa capacidad que yo veía en tu familia, en tus hijos, que encaraban la etapa de la facultad como algo natural en sus vidas. Y la respuesta de mi papá, la negativa, me hizo sentir que él no quería que yo estuviera lejos, para bien o para mal, mi lugar estaba cerca suyo.

 Mi vida fue cambiando, al principio de a poco, y a partir del 2002 dio un giro de 180 grados.

 Cuando tenia 25 años, en 1993, me fui definitivamente de La Salada. Alquilé un departamento en Congreso.

 No fue fácil hacer todo lo que hice, desde Villa Amelia. Por ejemplo, durante la escuela secundaria me sentía como llevando una doble vida. Por un lado, era alumna de un colegio en Barrio Norte, con compañeras que tenían esa realidad agradable y tranquila, que no tenían idea de donde yo salía todas las mañanas para llegar a Juncal entre Talcahuano y Libertad. Por otro lado, era la que salía a las 6 am para tomarse el colectivo 32, se bajaba en la estacion de Once para tomarse otro colectivo y así llegar a la escuela. A veces lo primero que hacía era ir al baño para sacarme el barro de los zapatos. Ese "secreto" era una carga a veces insoportable, pero así se dieron las cosas. Por suerte, al ser buena alumna, las mamás de mis compañeras me veían siempre con buenos ojos, siempre había algún alma caritativa que por ejemplo me invitaba a almorzar cuando entre el colegio y educación física por la tarde había que esperar mucho tiempo. Te imaginaras que no podía volverme a casa.

 Fue en una reunión de compañeras del secundario que tuve hace no mas de 5 años en la que les conté de dónde era. Todas tenían la sensación de que había algo de mi que no sabían, algo que faltaba en el rompecabezas, y yo ya me sentí libre interiormente como para aclararles esas partes que en otro momento me esforcé por ocultar.

 La facultad, al cambiar de compañeros en cada materia, me permitía ser un poco mas libre, no tenia por qué comentar mucho de mi historia, bastaba con pasarlo bien en los grupos de estudio y listo.

 Fue en esa época de la facultad en la que conocí al que hoy es mi marido.

 Fuimos compañeros en varias materias y fue él el que me consiguió mi primer trabajo, que fue un contrato temporario en la Obra Social del Personal Grafico, allá por 1988.

 El se casó en 1993, yo fui invitaba a su casamiento por ser una ex compañera de estudios. No tuvo final feliz, se separó 5 años después, sin tener hijos.

 Mientras tanto yo convivía con alguien con quien tenía pensado casarme en el 2000, pero algo me hizo ver que no era una buena decisión, y a pesar de tener comprado hasta el traje de novia, cancelé todo y empecé de cero a los 32 años.

 El destino hizo que me cruzara otra vez con mi ex compañero de facultad, y nos tocó la varita mágica que nos llevó a donde estamos hoy, a tener una familia con tres hijos.

 En el 2002 quedé embarazada de mi primer bebé, Ivan; me casé y me mudé a Francia. Un año muy duro, no me resultó fácil digerir tantas buenas noticias juntas.

 En realidad, lo que más me costó fue, de ser una mujer independiente, profesional, con un trabajo consolidado, con un circulo afectivo, pasar a transformarme en prácticamente una discapacitada por el sólo hecho de viajar 11.000 km. Aprendí francés con los años.

 En Francia nacieron mis tres hijos. Iván, el 5 de octubre del 2002; Dante, el 14 de abril del 2004 y Selene el 27 de julio del 2007.

 Tres embarazos sin problemas que terminaron en cesáreas.

 Estando en Francia aprovechamos para descubrir todo lo que pudimos, viajamos mucho a pesar de tener a los chicos chiquitos.

 En el 2006 tuve la alegría de que Alejandro pudiera ir a visitarnos, junto con su Sra que estaba embarazada de la segunda nena, y con Paula, la nena mas grande que en ese entonces tenía 3 años.

 Lo mas lindo de la visita fue el viaje a Roma y después a Oria que hice con Ale. Parecía que nos hubiera llevado la Abuela de la mano, era como estar viendo algo que ya habíamos visto. Nos sentimos como en casa, muy linda experiencia.

 En el 2008 dejamos Francia y cambiamos de destino, otra realidad que nunca pensé conocer y que la vida me dio una oportunidad maravillosa. Nos fuimos a Nigeria.

 Sólo tengo lindos recuerdos, coloridos, cálidos. Me encantó estar ahí y descubrir la cultura, las costumbres, la gente, volvería corriendo si fuera por mi.

 A partir del 2012 estamos viviendo en Australia, en la ciudad de Perth.

 Para mis hijos este el lugar ideal para las edades que tienen.

 La vida acá es ordenada, predecible, el lugar es lindo, el mar sigue siendo nuestra compañía de todos los días.

 Yo estoy en esta etapa bisagra, con 49 años tratando de descubrir esa misión que me haga vibrar, mas allá del ser madre, esposa, chofer, cocinera, etc, etc.

 Pensar que vos eras mas joven de lo que soy ahora cuando hacías de mamá de tantos sobrinos en ese mes en Valeria del Mar.

 Bueno Tía, no es fácil resumir 20 años (o más) en una carta.

Sólo quería escribirte para decirte lo que siento y para darte las gracias por todo lo que me brindaste cuando era chica, para contarte un poco de mi historia y para desearte la mejor de las suertes.

Te mando un abrazo.

 Cynthia

 

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