Experiencias poderosas
Maisons Laffitte 10 de marzo 2023
Ayer, 9 de marzo, tuve que hacer algunas
cosas, nada extraordinario, pero visto el grado de rigidez en el que me muevo, lo
herrumbrada que me siento a veces, podrían ser vistas como tales.
Empecé el día compartiendo, en el chat familiar,
información más que importante para la vida.
Era un post que explicaba las diferentes formas
de la caca.
Siiiii, la caca. A veces nos creemos tan complejos
que nos olvidamos de que nuestro cuerpo es una creación maravillosa, que cuando
funciona en buenas condiciones nos garantiza una vida bastante buena también (si
logramos no arruinarla con nuestra imaginación catastrófica), pero que cuando
tiene algún desperfecto, ahí nos recuerda que “la salud es lo primero”.
Nuestra caca es un buen indicador de salud. A propósito,
¿cómo anda la tuya?
Bueno, dejando este tema importantísimo de
lado, sigo.
Salir de casa, tomar el RER A, ir hasta Paris, resolver
un tema en una oficina, hablar con alguien, conseguir algo, presentarme y
despedirme de buena manera, encontrarme con Fabian y participar de otra reunión
en la cual también tenia que presentarme, plantear mis necesidades, dejar
puertas abiertas, pensar en obtener beneficios, etc, etc.
Todo esto puede ser aplicado a muchas de las
actividades que hago diariamente pero cuando me pongo baja nota en autoestima,
en energía, en positivismo, cuando no me doy la oportunidad de equivocarme, de
aprender, de dejar de planificar tanto, una simple actividad como comprar una
baguette puede ser causa de frustración.
Pero ayer.
Ayer me levanté de otra manera.
Me pregunté a qué le tenía miedo.
Me pregunté cómo sería este día si eliminara el
miedo de mi pensamiento.
Y así me fui animando a mí misma y salí.
Me animé con música.
Enseguida fui percibiendo que mi entorno se iba
ordenando.
Que llegaba a la estación y teniendo que sacar
tickets para el viaje veía como se iba el tren, pero era la línea que no tenía
que tomar.
Durante el viaje fui intercambiando msg con la
familia.
Todo lindo.
Pase mi primer encuentro, sin problemas, exitoso.
Sentí la conexión poderosa con ese otro ser humano, la empatía, la alegría, la tranquilidad
interior, el buen trato, la confianza. Llegué a un ambiente tranquilo y creo
que dejé buena onda, sonrisas, un verdadero deseo de que el resto siga siendo
un buen día.
Avancé hacia el segundo “desafío”.
Mientras me dirigía a ese lugar, de reojo, vi
una situación especial. Alguien que parecía estar “normal” pero que con una
segunda mirada parecía perdido, desorientado, tenía una zapatilla en la mano, una media
medio salida del pie derecho, estaba vestido como un punk, desabrigado para el
clima que tenemos actualmente, manos llenas de anillos, uñas negras, el pantalón
medio caído. Estaba en frente de la cajera de uno de estos negocios que venden sándwiches
y cositas dulces en la estación. El revolvía sus bolsillos y la sensación que
me quedó es que estaba tratando de encontrar algo para comprar comida.
Seguí, pero después me volví sobre mis pasos y
le dejé un par de monedas en la mano. Es ahí donde vi los anillos, las uñas,
pulseras, tatuajes.
Me fui, seguí.
En la Esplanade de la Defense me dediqué a
observar un poco a la gente mientras yo seguía con movimientos casi imperceptibles
que acompañaban la música que me llegaba por Bluetooth.
Los veía caminar, encerrados en sus pensamientos.
automáticos, grises, algunos fumando, otros mirando teléfonos, algunos en grupo,
charlando (sobre todo grupo de mujeres), que cuando me veían y entendían que
estaba bailando, los sentía volver a la realidad, al presente por unos segundos,
para seguir por el camino de impermeabilidad del ahora.
Pareciera que con la tecnología actual, que
nos tira de las neuronas cada vez que sentimos o escuchamos que algo llegó a
nuestros teléfonos, nos tiene más en el presente que nunca, pero yo creo que es
exactamente lo opuesto. Que estamos encerrados en los aparatos, que en tiempo
real nos roban la energía, y nos distraen del presente. Cuando después de estar
con la cabeza metida en la pantalla levantamos la cabeza, abrimos la mirada a
lo que nos rodea, nos sentimos vivos por un rato, pero como los adictos,
buscamos la felicidad que nos da “eso” y no valoramos la que podemos tener con
solo estar despiertos, presentes, alertas, vivos. Agachamos la cabeza y
seguimos sintiendo a través de la pantalla.
El encuentro con F@ también fue positivo, todo
como por un tubo, las personas con las que nos encontramos tuvieron super buena
onda, se generó un ambiente amoroso para charlar, resolver, plantear.
La vuelta en el RER fue tranquila, seguí
disfrutando de la música.
Me sentía como desbordada de energía, como si
mis pies no tocaran el piso, como si me rodeara una aurora de luz que se expandía
a todos aquellos con los que me cruzaba, aunque no tuviéramos contacto visual,
aunque no intercambiáramos ni una sonrisa, ni una mirada, ni una palabra.
Esa sensación es como la de un tacho de agua
que se desborda, no se puede contener toda el agua que llega y entonces se sale
de su contenedor, se desparrama, moja, cambia lo que toca, produce sensaciones
en los otros, deja marcas.
En fin, muy difícil de explicar este tipo de experiencias,
pero en esos momentos me siento invencible, con una serenidad de alma que me da
todas las respuestas, emocionalmente activa al 100 por ciento.
¿Te pasa esto? ¿Lo registraste alguna vez?
A mí me encantaría poder descubrir ese mecanismo
que permanece oculto a mis ojos , a mi raciocinio.
Me imagino como si estuviera en una habitación en
la que me encuentro entre miles de cuerdas tensas que cruzan todo el espacio.
Me imagino que un pequeño movimiento mío hace
vibrar una de esas cuerdas, que a la vez mueve otra, y otra, y otra, y en algún
momento esa vibración vuelve a mi generándome algo. Puede ser una sensación linda,
agradable, positiva o puede ser algo doloroso, feo, triste.
Yo no entiendo la función del mecanismo, pero
lo cierto es que tiene una lógica.
¡Si simplemente pudiera recordar qué cuerdas
toco para recibir todo lo lindo!
Pero no es así, no tengo suficiente sabiduría para
identificar cómo funciona, como funciono.
Y, como cuando buscamos algo en diferentes
cajones, ¿cuántas veces abrimos (abro) el mismo cajón para darme cuenta de que
ahí no estaba lo que busco?
¿Será por eso que siempre escuchamos decir que
usamos muy poco del cerebro humano?
Quizás.
Me quedo con la experiencia de ayer que todavía
me hace sonrojar las mejillas por la energía desbordante que sentí.
¿Loca yo? Quien sabe….

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